sábado, 20 de octubre de 2012

Los Pueblos Andinos del Nororiente Colombiano


Génesis e Institucionalidad de Mutiscua: Parroquia y Municipalidad

http://issuu.com/silvanopabon/docs/g_nesis_e_institucionalidad_de_mutiscua

  
Silvano Pabón Villamizar
Historiador UIS
1. Asentamientos Tempranos
  
El territorio del actual municipio de Mutiscua[1], articulado geográficamente por la cabecera de la cuenca del río Zulasquilla, mismo Zulia en su parte baja, era asiento de tres comunidades indígenas a la llegada de los españoles. Una vez fundada la ciudad de Pamplona en 1549, estos pueblos fueron encomendados y puestos al servicio de los propietarios de las empresas mineras y agroganaderas que se instituyeron desde aquella ciudad. Tapaguá, Caldera y Rábicha proveyeron hombres y mujeres indias para la explotación de las minas de Páramo Rico, la Montuosa y Las Vetas, así como para la realización de sendas labranzas de trigo, maíz y turmas en el mismo Valle, especialmente en las estancias del Capitán Alonso Rangel, encomendero de Tapaguá, quien ya para 1590 había hecho construir un excelente molino harinero movido con las aguas del río.

El bullicioso y encantador río La Plata, poblado con sus truchas parameras. Corre presuroso por el antiguo valle de Tapaguá, actual municipio de Mutiscua, en inmediaciones del majestuoso páramo de Santurbán, estrella fluvial de la cual manan estas aguas, cabecera del binacional río Zulia. Pasado y presente se conjugan en esta imagen, pues se puede apreciar, margen izquierda, el trazo de una vieja acequia o toma de agua usada para mover un molino harinero istalado allí en el Siglo XVI; y, en la rivera derecha, un cimiento o vallado de piedra construido a la usanza española, mientras los campesinos modernos cultivan los amagamientos del río donde habitaban los antiguos chitareros, prehispánicos habitantes de esta comarca.

Algunos vecinos de Pamplona y en especial los encomenderos instalaron en el Valle de Tapaguá, como se conoció el territorio en el periodo colonial, numerosas huertas y estancias con ganado vacuno y ovejuno principalmente, de donde se extraía exquisita producción de leche, quesos, amasijos o conservas y lana abundante para los obrajes. A finales del Siglo XVI productos de esta zona eran enviados regularmente a través de laboriosas recuas de mulas hacia la ciudad de Ocaña y su puerto, donde se realizaba su comercio, permitiendo surtir los puertos, la boga y navegación por el río Grande de la Magdalena, e incluso la misma Plaza de Cartagena; pero quizá lo más importante, permitiendo importar o introducir al territorio valiosos cargamentos de mercaderías europeas para el consumo de la naciente aristocracia terrateniente y comercial que se conformaba en la ciudad de Pamplona y su provincia.

A principios del Siglo XVII, en 1623, Don Luis Jurado, vecino de Pamplona, actuando como Juez de Comisión por el Oidor Don Juan de Villabona y Zubieaurre hizo transladar y agregar los indios de Tapaguá al pueblo de Silos, donde junto a los de Cáraba, Bávega y Tutepa, entre otros, formarían la Doctrina de Silos; dotada de cura permanente y de un cabildo indígena o autoridades étnicas propias, gozando además de suficientes tierras de resguardo o comunidad. Las pocas familias indias que quedaban de las comunidades de Caldera y Rábicha fueron agregados al pueblo de Cácota de Velasco.


Este puente colonial, hecho en "calicanto" (piedra canteada pegada con argamasa), fue construido a mediados del Siglo XVIII por mineros de la ciudad de Pamplona de Indias, tendido sobre la quebrada La Armenia, tributaria del río Tapaguá, hoy río La Plata, cabecera del binacional Zulia. La relevancia de esta pieza de ingeniería civil Española radica en lo estratégico de este paso en el antiguo Camino Real hacia las minas la Vetas, La Baja y Suratá en los Páramos de Pamplona colonial. En tiempos de la República, incluso hasta avanzado el Siglo XX, fue paso obligado en el Camino Nacional Pamplona-Bucaramanga.


A lo largo de los siglos XVII y XVIII el Valle de Tapaguá, cruzado por el Camino Real de Pamplona a los Reales de Minas, tanto de Los Páramos como del Río del Oro o Bucaramanga, fue asiento de florecientes haciendas productoras de trigo y de toda suerte de hortalizas y frutos de la tierra, de tal manera que allí en sitios como La Caldera, Hato Viejo, La Quebrada y El Rancho se aposentaban los arrieros y viajeros que transitaban esta importante ruta colonial con sus recuas y comercios. Así mismo, aprovechando la fertilidad de sus tierras, sus abundantes aguas y la relativa proximidad con su centro urbano, la ciudad de Pamplona, numerosos estancieros blancos y campesinos mestizos se fueron paulatinamente asentando en todo el Valle, de tal modo que para las primeras décadas del Siglo XIX ven la necesidad de poblarse e instituirse parroquial y municipalmente, según los nuevos vientos de civilidad que traía la República.

2. Génesis y Consolidación de la Parroquia y la Municipalidad

Entrado el Siglo XIX e instituido el sistema republicano, especialmente con los primeros procesos significativos de construcción del Estado Nacional como la redacción de la Constitución de la Gran Colombia en 1821, la creación o definición político administrativa que recibieron la mayoría de las parroquias y doctrinas heredadas de la colonia en 1822 al ser ascendidas y homogeneizadas como distritos parroquiales; se dio pie para que muchas comunidades rurales aún no organizadas institucionalmente o en formación, optaran por su localización poblacional urbana y su erección jurídica y política. En aquellos años la población del Valle de Tapaguá estaba adscrita a administrativamente, desde lo civil, al distrito de Pamplona, en calidad de partido, fracción o vereda. Y, eclesiásticamente se tenían como feligresado de la parroquia de El Carmen de Pamplona, erigida en 1803 como segundo curato de esta vieja ciudad colonial.

En la historiografía tradicional de la localidad y la provincia, especialmente en los trabajos del Padre Adolfo García Cadena[2], se cuenta con poético lenguaje como los principios de esta población estuvieron en el sitio de La Caldera, donde el terrateniente más avezado del lugar, Don Ignacio Bermúdez, había construido una capilla u oratorio en su casona y ocasionalmente era visitado por un clérigo que reunía allí los vecinos del sector para impartir la eucaristía y algunos sacramentos. De hecho puede afirmarse que para la década los años 1820´s el sector de La Caldera, donde sobresalía la mansión de Los Bermúdez, iniciaba un liderazgo significativo para poblar e instituir eclesiástica y políticamente el Partido de Tapaguá.

Luego, en 1841 los vecinos de los partidos de Tapaguá, Cupagá, Manzano, Aradita y Los Rastrojos elevaron una representación al Señor Gobernador de la Provincia de Pamplona solicitando se erigiera una parroquia que agrupara su feligresado de los partidos proponentes. Entre las razones más sentidas para tal solicitud se exponía; primero el hallarse demasiado lejos de la cabecera municipal y asiento de la parroquia de El Carmen de Pamplona, razón por la cual en muchas ocasiones los enfermos morían sin ser asistidos en su agonizar por un sacerdote. Dos, aducían que la población campesina allí era mayoritariamente pobre y carecía de medios para enviar sus hijos a estudiar a Pamplona, quedándose la juventud sin las primeras letras. Tres, que el vecindario proponente, moradores en estos partidos no caía de las dos mil personas y no podían ejercer su derecho al sufragio por no contar con asamblea parroquial, viéndose obligados para ello a desplazarse a Pamplona con grandes costos y abandono de sus sementeras. Y, cuatro, que estos partidos requerían de jueces y alcalde parroquial para mejor administración y servicio de los asuntos públicos y de justicia, pues carecen de cárcel y castigo para los ocasionales infractores de la Ley que se presentaban.

Se propusieron los siguientes linderos para la nueva parroquia y distrito a erigir: “por el lado de la parroquia del Carmen por la quebrada de Barrientos hasta dar con la de Chínchipa, conocida igualmente con el de la de Los Salados, tomando antes el chorro que baja del alto de Las Golondrinas hasta encontrar con la quebrada indicada de Barrientos hasta dar río, y por los lados de Silos, de Cácota de Velasco y Vetas, con los cuales se encuentran lindando los partidos de que debe componerse la parroquia en cuestión, los mismos que hoy tienen demarcados aquellos distritos parroquiales”[3].

El vecindario proponente se comprometía a asegurar la congrua y sustentación del cura que les nombrasen, caso necesario con el dinero que faltase de las primicias, los novenos de diezmos y demás derechos parroquiales; edificarían la iglesia y la cárcel pública, cediendo el terreno que ocuparían esos edificios y la plana pública y el cementerio; erogarían en comunidad el dinero necesario para dotar las tres cofradías de rigor, la de Nuestro Amo o Santísimo, la Virgen y las Animas; y se comprometían a localizar el sueldo para el maestro de primeras letras que habría de instituirse una vez se erigiera la parroquia. Se emplearían con entusiasmo en la consecución de esos recursos y en la construcción de las obras en cuestión, anunciando sí que para el intento que les asistía podría servirle la capilla de La Caldera mientras construían el Templo Parroquial.

Es importante observar como en la sustentación de motivos o justificación del proyecto parroquial de los pobladores de los partidos en cuestión, se esgrimen con mayor rigor las ventajas o utilidad pública de la parroquia a erigir. Se exponía el carácter de municipalidad que revestía el hecho institucional de la parroquia, es decir, el traer consigo una escuela de primeras letras, la instalación de un concejo parroquial, la presencia efectiva de un juez o alcalde partidario, distrital es este caso. Al mismo tiempo, decían los proponentes, sería muy saludable se levantara un nuevo poblado y distrito parroquial en el camino principal que conducía al “circuito de jirón”, pues entre Pamplona y aquella ciudad sólo existía ya próximo a Bucaramanga el pequeño distrito de Tona, teniendo que cruzar un largo trecho de páramo antes de llegar allí.

Firmaron la solicitud el Alcalde del Distrito parroquial de El Carmen, Justo Ramírez; El Suplente de Alcalde, Clemente Suárez; el Juez Primero, Francisco Lizcano; El Juez Segundo, Tomás Daza. Polinar Lizcano, Felipe Pío Bermúdez, Patricio Villamizar[4], Víctor Bautista, Manuel Escalante, Juan Agustín Hernández, Bartolomé Hernández, Benedicto Hernández, Silverio Villamizar, Juan Villamizar, Jil Suárez, Juan de dios Bautista, Andrés Bautista, Pedro Antonio Hernández, Antonio María Escalante, Cruz Ribera, Jesús María Bautista, Juan Acevedo, Damián Hernández, Pedro Gómez, Juan Hernández, José María Buitrago, Juan Pablo Contreras, Nicolás Buitrago, Román Suárez, Evaristo Villamizar, Trino Buitrago, Miguel Bautista, Miguel Villamizar, Andrés Bermúdez, Patricio Bautista, Romualdo Bermúdez, Manuel Ribera, Vidal Bermúdez, Antonio Bermúdez, Juan Esteban Hernández, Pedro María Villamizar, Ignacio Buitrago, José María Cote, José Rangel, Domingo Hernández, Fermín Hernández, José María tapias, Francisco Tapias, Juan Villamizar Bautista y Cayetano Buitrago[5].

El Concejo Municipal del Cantón de Pamplona conceptúo justo, oportuno y pertinente se erigiera la parroquia que solicitaban los vecinos de los partidos de Tapaguá y sitios que le acompañaban, pues en efecto, las largas distancias y malos caminos que los separaban de El Carmen hacía que primara el bien común y público el acceder a tal petición. Reconocían los ediles en Pamplona que los vecinos allí asentados tendrían mejor acceso a su derecho al sufragio en elecciones primarias, tendrían mejor y más oportuna administración de justicia en primera instancia, tendrían asistencia y administración religiosa como un derecho consagrado por la Constitución de la Nueva Granada, habría además mejor auxilio a los viajeros del Camino Nacional y pronto tendría el vecindario asentado en su pueblo una escuela de primeras letras, evitando toda la población se criara en la ignorancia[6].

Por su parte el Primer Obispo de Nueva Pamplona, Monseñor José George Torres Stan, conceptúo era favorable se erigiera la parroquia que solicitaban Tapaguá y sus anexos, manifestando que “no hay inconveniente en impartir la jurisdicción eclesiástica al párroco que se presente; contando esta Diócesis con el aumento de esta parroquia, patrimonio para sus hijos que sirven al estado civil y eclesiástico”. Reconocía además el eminente Prelado que había argumentos para contrarrestar las razones de conveniencia y utilidad pública que asistía a los postulantes y al proyecto mismo[7].

El Párroco de El Carmen, a la sazón el Padre Hilarión Camargo, rechaza el proyecto parroquial de aquel vecindario de asentarse como pueblo en el sitio de Hato Viejo, erigiéndose como parroquia y distrito parroquial simultáneamente, pues la Ley así se lo permitía, argumentando que esa no era una idea de todo el colectivo, que sólo era un pequeño grupo de maliciosos disociadores y mentirosos quienes querían engañar a las autoridades y alucinar el pueblo para semejante desafuero que dejaba su parroquia incóngrua. Contradijo reciamente los puntos de la sustentación hecha por los vecinos proponentes, aquellos que ya aprobara el Concejo Municipal del Cantón y el mismo Obispo de Nueva Pamplona y de paso motivó el levantamiento de un memorial de oposición a la nueva parroquia a erigir en el sitio de Hatoviejo por los vecinos de Tapaguá y sus alrededores, en la cual firmaron 44 vecinos de Pamplona.

Sin embargo, muy a pesar de las enconadas oposiciones expuestas, tanto por el Párroco de El Carmen como por algunos vecinos de Pamplona, el proceso siguió adelante y los feligreses de Tapaguá, Cupagá, Manzano, Aradita y los Rastrojos recibieron el título de parroquia del Gobernador de la Provincia de Pamplona el 24 de Noviembre de 1841. Se decretó, previos considerandos,

“Artículo 1º. Se segrega del Distrito Parroquial del Carmen del Cantón del Centro de la Provincia, el territorio que comprende los sitios de Tapaguá, Cupagá, Manzano, Aradita i los Rastrojos.

Artículo 2º. Se erige con el nombre de Mutiscua un nuevo distrito parroquial en el territorio que expresa el artículo anterior dentro de los límites siguientes: por el lado de la referida parroquia del Carmen por la quebrada de Barrientos hasta dar con la quebrada de Chínchipa o de los Salados, tomando antes el chorro que baja del alto de Las Golondrinas hasta encontrar con la citada quebrada de Barrientos al río, i por los otros lados con la línea donde termina el territorio los distritos parroquiales de Silos, Cácota de Velasco i Betas.

Artículo 3º. Se designa para población del expresado distrito el llano de Hatoviejo en el camino provincial que de esta ciudad sigue para la Capital de la República”[8].

El anterior decreto requería de la aprobación del Supremo Gobierno, siempre y cuando los interesados lograran certificar la construcción de la Iglesia parroquial y la Cárcel, presentando una fianza que lo sustentara, así como la seguridad de las rentas y erogaciones comprometidas (congrua del cura y dotación de cofradías).

Y, en efecto, previas indagaciones y análisis de informes levantados por comisionados enviados por el Gobierno de la Provincia a estudiar mejor el caso, el Poder Ejecutivo de la República de la Nueva Granada, desde la Secretaría del Interior y Relaciones Exteriores, se dirigió al Gobernador de Pamplona el expediente de Mutiscua con su aprobación oficial, expresada en los siguientes términos:

“Apruébase la erección de una nueva parroquia en el cantón del centro de la Provincia de Pamplona, compuesta de los partidos denominados Tapaguá, Cupagá, Manzano, Aradita y los Rastrojos, la que llevará el nombre de Mutiscua; y cuyos límites serán los designados en el artículo segundo del decreto de la Gobernación de Pamplona de 24 de noviembre próximo pasado. La misma Gobernación dictará las órdenes convenientes para que se lleve a efecto la erección de la nueva parroquia, haciendo que la población se establezca en el punto que ofrece mayores ventajas; que se levanten los edificios de Iglesia, cárcel y escuela, y que se tracen y delineen con toda regularidad la plaza y las calles, de manera que todas las casas que se levanten queden desde el principio bien ordenadas. Igualmente dictará las providencias del caso para que se haga el nombramiento de los funcionarios civiles de la parroquia, y para que reunidos los padres de familia hagan la postulación de su párroco en la forma debida”[9].

Como reflexión de primer orden es necesario anotar como la erección de una parroquia en el Siglo XIX tenía, sí su carácter religioso, pero fundamentalmente un carácter público y civil. La utilidad pública de la parroquia decimonónica, por lo menos en tiempos de la República de la Nueva Granada, se objetivaba a tal punto que el erigir un feligresado como tal, significaba inmediatamente erigirlo como distrito parroquial, nombrando jueces, alcalde y concejo parroquial. De otro lado, entre los considerandos políticos que asistían a la parte civil para erigir una parroquia estaban los siguientes: “Que la erección de nuevas parroquias en la República fomenta el sostenimiento del culto i facilita i pone al alcance de los individuos los grandes consuelos de la religión para su salud espiritual; i que es deber del Gobierno proteger a los granadinos en el ejercicio de su religión, prestándoles los auxilios que al efecto necesiten, en observancia de las disposiciones vigentes en el país”[10].
La historia institucional moderna de la comunidad de Mutiscua se consolidó con la expedición del Título de Parroquia por el Gobernador de la Provincia de Pamplona, el 24 de noviembre de 1841, previa aprobación del Gobierno Eclesiástico de la Diócesis de Nueva Pamplona. Luego vino la confirmación o aprobación de esta erección de la Parroquia de Mutiscua por el Gobierno Nacional, firmada por el Secretario del Interior, Doctor Mariano Ospina Rodríguez, Bogotá junio 18 de 1842; para así producirse el Título de erección parroquial por parte del General Pedro Alcántara Herrán, Presidente de la Nueva Granada, despachado por la Secretaria del Interior y Relaciones Exteriores, el 4 de febrero de 1843. Con ello se procedió a elegir, nombrar e instalar los dignatarios municipales de los poderes públicos del nuevo distrito parroquial, al tiempo que el Padre Casimiro Villamizar abrió los libros sacramentales e inició la administración de su feligresado. El casco urbano se localiza a 2.610 msnm; a 07º 18’ 04.02” N y a 72º 44’ 48.9” W; temperatura promedio de 14ºC; con una población de 589 personas y 3.258 en el resto o parte rural, para un total de 3.847 habitantes. Dista Mutiscua 27 kms de la ciudad de Pamplona, 102 Kms de San José de Cúcuta, capital del Departamento, y 98 Kms de Bucaramanga. Tiene su territorio una extensión de 159 Km2 y limita con los municipios de Pamplona, Cácota, Silos, Vetas, California y Cucutilla.

Una vez instituida la parroquia tanto por lo eclesiástico como por lo civil, se procedió a la postulación del Párroco, el cual sería electo popularmente entre las cabezas de familia del nuevo feligresado parroquial. Así las cosas, en el sitio de Hatoviejo, lugar elegido para asentar la traza y plaza de Mutiscua, se postularon los nombres de los presbíteros Casimiro Villamizar, Hilarión Camargo y Justo Contreras, quienes al someter sus nombres a votación entre la comunidad, resultó electo el padre Casimiro Villamizar con 86 votos. Los dos restantes obtuvieron cada uno cuatro votos[11].

Sin embargo, el proceso de erección parroquial aún no estaba completo o debidamente perfeccionado, pues faltaba su confirmación presidencial, en aras al ejercicio del nuevo patronato que habían asumido o impuesto los gobiernos republicanos. De tal modo que el General Pedro Alcántara Herrán, a la sazón presidente de la Nueva Granada, expidió el título parroquial con el sello del poder ejecutivo, en el despacho de la Secretaría del Interior y Relaciones Exteriores el 4 de febrero de 1843[12].

Luego, el Gobernador de la Provincia de Pamplona, Doctor José María Afanador, procedió a nombrar oficialmente al Padre Casimiro Villamizar como primer Párroco de Mutiscua, según la elección que de él la comunidad había hecho. Para ello el Gobernador de la Provincia había recurrido a las facultades que le confería el artículo 33 de la Ley de Patronato eclesiástico de 1924. El Padre Casimiro se posesionó como Párroco de Mutiscua el 12 de mayo de 1843, previa colación e institución canónica que recibiera del Obispo de la Diócesis de Nueva Pamplona.

La erección de la parroquia de Mutiscua como se vio desde un principio tuvo férrea oposición de párroco del Carmen y de algunos vecinos de Pamplona, quienes no cesaron de litigar contra ese proceso, logrando que el gobierno de la provincia interviniera o modificara los límites entre las dos parroquias el 15 de abril de 1850. En aquella ocasión el Doctor Isidro Villamizar, Gobernador de la Provincia de Pamplona, ordenó se segregaran de Mutiscua los partidos de Cerro, La Aradita, Manzano, San Agustín y Chínchipa, agregándolos a la parroquia del Carmen en lo eclesiástico, y en lo civil y político al distrito de Pamplona. Esto creo una contrariedad jurisdiccional y no pocas incomodidades para este vecindario, pues con el correr del tiempo estos feligreses siguieron intentando y litigando ante las autoridades eclesiásticas su agregación a Mutiscua.

En 1888, ya en tiempos de la Regeneración, la Asamblea Legislativa del Departamento de Santander, promulgó la Ordenanza número 13, sobre régimen político y municipal, por medio de la cual definió los linderos o jurisdicción civil entre Pamplona y Mutiscua, así:

“Artículo 3º. Segrégase del municipio de Pamplona las fracciones de Rastrojos de Manzano o Aradita, San Agustín y Trujillo, las cuales se agregarán al municipio de Mutiscua, que queda constituido en sus límites con la capital de la Provincia; así: por el lado de la Parroquia de Carmen, la quebrada de Barrientos hasta dar con la quebrada de Chínchipa o los Salados, tomados antes el Chorro que baja del Alto de Las Golondrinas hasta encontrar la citada quebrada de Barrientos hasta el río. Dichos linderos señalan la demarcación del municipio de Mutiscua en sus límites con el de Pamplona según decreto expedido por la gobernación de la Provincia en el año de 1841 y titulado como correspondía por el presidente de la Nueva Granada”[13].

En el presente siglo, en 1926, el 31 de julio, los vecinos de aquellas veredas aún seguían insistiendo al Señor Obispo de Pamplona fueran agregados eclesiásticamente a la parroquia de San José de Mutiscua, segregándolos del Carmen de Pamplona, pues se encontraban mucho más lejos de ésta última y ya pertenecían civilmente a Mutiscua desde el siglo anterior[14].

3. Mutiscua y sus Obras

Una capilla pajiza sirvió de iglesia parroquial en los primeros tiempos. Se levantaba ella hacia el norte de la población, al frente de la acera sur de la plaza. El templo actual se construyó bajo la dirección del hábil arquitecto venezolano Don Isaac Godoy. Descendientes de este Señor hicieron parte de la sociedad mutiscuana hasta hace poco tiempo.

Templo parroquial del feligresado católico de Mutiscua, Norte de Santander, Arquidiócesis de San Pedro de Nueva Pamplona. Parroquia erigida el 24 de noviembre de 1841, bajo la advocación de San José Obrero como patrono de este curato, y consagrado a la devoción mariana de Nuestra Señora de las Mercedes. Esplendida obra de arquitectura religiosa, haciendo un conjunto armónico con la Casa Cural, y recientemente restaurada en 2006.

Hasta 1933, época en que el Padre Adolfo María Cadena escribía sus historias, decía haber hablado con algunos

“ancianos de los que en su adolescencia ayudaron a acarrear, llenos de gozo, el material con que debía levantarse la primera iglesia parroquial. Este templo de tres naves con su correspondiente galería de columnas y arcos, fue consagrado solemnemente por el excelentísimo señor doctor don José Luis Niño, Obispo de Pamplona. Aquellas fastuosas solemnidades tuvieron lugar el 28 de agosto de 1858, con gran concurrencia de clero y de fieles de toda la provincia. La iglesia fue dedicada a Nuestra Señora de Las Mercedes, en cuyo honor se levantó mas tarde una capilla lateral”[15].

En 1925, la administración municipal de Mutiscua comisionó a su Personero, Señor Evangelista Latorre, para que contratara con el apoderado de la Sociedad Jaramillo & Cía. (posteriormente transformada en la Compañía Molinera de Herrán), Señor Luis Jaramillo, el montaje y explotación de una planta eléctrica con todas sus aplicaciones, durante los siguientes quince años[16]. Hoy se conservan las ruinas de la vieja planta eléctrica, así como ruinas de los viejos molinos.

Edificación emblemática de esta localidad. Perteneció a la reconocida Compañía Molinera de Herrán, que también tuvo sucursales en Pamplona, Málaga y Bucaramanga y debió cerrar al dejar de producirse trigo en esta región y en el país. Las instalaciones y equipos se conservan en perfecto estado, lo cual podría integrar un excelente museo de esta legendaria industria de otros tiempos.

Esta compañía, ya convertida en la Molinera de Herrán, construyó y benefició un molino harinero de grandes proporciones, altamente tecnificado e imponente, donde se procesaba el trigo que se producía en el territorio municipal y pueblos aledaños. La estructura e instalaciones del Molino se conservan en buen estado y podían constituirse en un importante centro cultural, patrimonio de la municipalidad.

4. Límites del Municipio

Los límites actuales del municipio de Mutiscua tenidos para efectos jurisdiccionales, fiscales y policivos son: Del nacimiento del chorro de las Golondrinas, en la cordillera de Alto Grande, siguiendo el curso de esta agua hasta su desembocadura en la quebrada de Barrientos; aguas de esta hasta su confluencia con el río de La Plata; de esta confluencia, siguiendo aguas del río arriba hasta donde recibe las de la quebrada de Los Salados; por las aguas de esta arriba hasta donde le entran en ella las de El Chorro, que baja de Lagunas Verdes; aguas de esta arriba hasta su nacimiento, de aquí al boquete de la Punta de Verpuano; de esta, en línea recta, a encontrar la parte mas alta de la cordillera del Alto del Viejo, siguiendo esta cordillera al sur hasta encontrar la laguna Negra, fuente del citado río; de aquí al morro de Nariz de Judío; de este al de las Ventanitas; del morro de Ventanitas, volviendo a la izquierda y siguiendo en dirección al oriente por el camino que viene de Bucaramanga, a dar al punto de La Laguna, de este al cerro de Media Luna; de aquí por todo un camino al cerro de El Cornal; del cerro de El Cornal, volviendo a la izquierda y siguiendo al norte por la cordillera del Morro de El Frailejonal; de aquí al boquerón de Chinávega, de este punto al camino que pasa por Alto Grande y va a Pamplona, y siguiendo este y la citada cordillera de Alto Grande, hasta encontrar el chorro de Las Golondrinas, punto de partida.

Sin embargo, diversas variaciones se han hecho a lo largo de la historia de esta comunidad e institucionalidad municipal y parroquial. Los linderos aprobados una en el proceso de erección del distrito parroquial en 1842 fueron pronto intervenidos en 1958 frente a la jurisdicción de Pamplona, y en 1868 en lo pertinente a laos confines de Cácota de Velasco, según lo expresa un despacho de la Jefatura Departamental de Pamplona, una vez hechas las observaciones de rigor.

“...se procedió a la vista de ojos, de la cual la Jefatura vino en conocimiento que los linderos que dividen las dos aldeas mencionadas, según lo indica la situación topográfica, son las siguientes: desde la cima del alto denominado “El Cornal”, punto que une los límites de Cácota, Mutiscua y Silos, siguiendo hacia el norte por toda la cima de la cordillera pasando por el alto del “Frailejonal” y por todo el espinazo del boquerón de “Chinavega” a dar al alto grande, antiguamente nombrado “Alto del Rayo” o de los “Jazmines”[17].

Los límites definitivos, en cuanto a lo civil se definieron, como ya se anotara anteriormente, en 1888 mediante la Ordenanza Número 13, sobre régimen político y municipal, especialmente modificando los linderos o jurisdicción civil entre Pamplona y Mutiscua, aunque con los Municipios de Silos seguían dándose algunas diferencias.

Bibliografía y Fuentes Consultadas

  1. Archivo Arquidiocesano de Nueva Pamplona, AANP-NS. Expediente de Erección Parroquial de Mutiscua. Aprobación de la Parroquia de Mutiscua por el Gobierno Central, firmada por el Secretario del Interior, Doctor Mariano Ospina Rodríguez, Bogotá, junio 18 de 1842.
  2. AANP-NS, Título de Erección Parroquial de Mutiscua. Decreto del Gobernador de la Provincia de Pamplona, Noviembre 24 de 1821.
  3. AANP-NS. Erecciones Parroquiales. Expediente de Erección Parroquial de Mutiscua. Concepto de Monseñor Torres Stan sobre la legitimidad y conveniencia para erigir a Tapaguá en parroquia, octubre 14 de 1841.
  4. AANP-NS. Erecciones Parroquiales. Expediente de Erección Parroquial de Mutiscua. Sala Municipal de Pamplona, a octubre 12 de 1841.
  5. AANP-NS. Erecciones Parroquiales. Expediente de Erección Parroquial de Mutiscua. Erección y Título de Creación de la Municipalidad de Mutiscua. Firmada por el General Pedro Alcántara Herrán, Presidente de la Nueva Granada, y el Doctor Mariano Ospina Rodríguez, Secretario del Interior y Relaciones Exteriores. Bogotá, febrero 4 de 1843.
  6. AANP-NS. Erecciones Parroquiales. Expediente de Erección Parroquial de Mutiscua. Solicitud de parroquia elevada al Gobernador de Departamento de Pamplona, 1941.
  7. Archivo Histórico Notarial de Pamplona, AHP-NS. Protocolo Notarial de 1924.
  8. Centro de Documentación e Investigación de la Universidad Industrial de Santander, CDIHR. Erección de Parroquias. Rollo 29, Item 1. Bucaramanga, UIS.
  9. Constitución Política de la Nueva Granada. Aplicación del Artículo 5º. De la Ley de 16 de Mayo de 1836, adicional a la Ley Orgánica del Régimen Provincial de 19 de Mayo de 1834. Y, en atención al Artículo 203 de la Constitución Política de la Nueva Granada.
  10. GACETA DE SANTANDER. Bucaramanga, 1888.
  11. Gaceta de Santander. Gobierno Departamental de Santander. Secretaria General- Socorro, diciembre 29 de 1868.
  12. GARCÍA CADENA, Adolfo. Mutiscua. En: Gaceta Histórica de Norte de Santander. Nº. 8 (Abril de 1938) Págs 217-221. Publicada en Unidad Católica. Nº. 1956 de Mayo 29 de 1937. Y, en la revista Estudio en Octubre 25 de 1933.

Notas

http://issuu.com/silvanopabon/docs/g_nesis_e_institucionalidad_de_mutiscua
[1] El nombre de Mutiscua se deriva del apellido del jefe militar granadino, Coronel Manuel Mutis Gama, conocido como héroe de Tarqui, quien falleció en la batalla de Tescua el 1 de abril de 1841. La fusión de los dos términos Mutis y Tescua originó el vocablo que designa esta parroquia y municipalidad.
[2] GARCÍA CADENA, Adolfo. Mutiscua. En: Gaceta Histórica de Norte de Santander. Nº. 8 (Abril de 1938) Págs 217-221. Publicada en Unidad Católica. Nº. 1956 de Mayo 29 de 1937. Y, en la revista Estudio en Octubre 25 de 1933.
[3] Expediente de Erección Parroquial de Mutiscua. Solicitud de parroquia elevada al Gobernador de Departamento de Pamplona, 1941.
[4] Don Patricio Villamizar es reconocido por la tradición popular y la misma historiografía tradicional como el fundador de Mutiscua. Sin embargo, su labor no fue más allá de la de sus vecinos del Valle, actuando como proponente del proyecto parroquial y cediendo y/o vendiendo algunos terrenos para asentar urbanísticamente la comunidad. Mutiscua no tiene un fundador, tiene unos fundadores, pues fue el esfuerzo colectivo lo que la hizo posible.
[5] Pueden considerarse históricamente como los fundadores primigenios de Mutiscua, los primeros proponentes y firmantes comprometidos con la institucionalidad de Mutiscua como parroquia y como distrito parroquial o municipio propiamente dicho. Trece de ellos firmaron a ruego por ser iletrados.
[6] Sala Municipal de Pamplona, a octubre 12 de 1841. Expediente de Erección Parroquial.
[7] Concepto de Monseñor Torres Stan sobre la legitimidad y conveniencia para erigir a Tapaguá en parroquia, octubre 14 de 1841.
[8] Título de Erección Parroquial de Mutiscua expedido por el Gobernador de la Provincia de Pamplona, Noviembre 24 de 1821.
[9] Aprobación de la Parroquia de Mutiscua por el Gobierno Central, firmada por el Secretario del Interior, Doctor Mariano Ospina Rodríguez, Bogotá, junio 18 de 1842.
[10] Aplicación del Artículo 5º. De la Ley de 16 de Mayo de 1836, adicional a la Ley Orgánica del Régimen Provincial de 19 de Mayo de 1834. Y, en atención al Artículo 203 de la Constitución Política de la Nueva Granada.
[11] La elección del primer Cura propio de la Parroquia de Mutiscua fue protocolizada por el Alcalde Pedro María Mantilla, el 28 de julio de 1842.
[12] Firma el General Pedro Alcántara Herrán, Presidente de la Nueva Granada, y el Doctor Mariano Ospina Rodríguez, Secretario del Interior y Relaciones Exteriores. Bogotá, febrero 4 de 1843.
[13] GACETA DE SANTANDER. Bucaramanga, 1888.
[14] AANP-NS. Erección de Parroquias. Rollo 29, Item 1.
[15] GARCÍA CADENA, Adolfo. Mutiscua... Op. Cit. Pág. 219
[16] La operación se efectuó ante el Notario Primero de Pamplona, de conformidad con el Acuerdo número 2, adicional y sustitutivo del número 1 de 30 de junio de 1924 por medio del cual se concedió licencia a la compañía Jaramillo & Cía.
[17] Gobierno Departamental de Santander. Secretaria General- Socorro, diciembre 29 de 1868.

martes, 16 de octubre de 2012

Por la Comprensión de Nuestra Historia Regional


Poblamiento, Orígenes e Institucionalidad de los Asentamientos Humanos de Norte de Santander en la Constitución del Territorio Departamental
Por: Silvano Pabón Villamizar
Historiador UIS

1. INTRODUCCIÓN

El poblamiento del actual territorio de Norte de Santander puede definirse a partir de la comprensión de cinco grandes “momentos”, explicados con unas categorías jurídicas adecuadas para cada uno de ellos, según se conceptuaron y verificaron administrativamente los distintos asentamientos coloniales y modernos. En principio se toma en cuenta el gran proyecto de los españoles a la hora de afrontar la empresa de conquista en estas partes, es decir, la ocupación del territorio ancestral prehispánico, acción trazada como el “proyecto de ganar la tierra para gobernarla en razón y con justo título”[1]. Esos proyectos de conquista, capitulados y concertados bajo una triple y mixta condición jurídica, en tanto surgían de la iniciativa privada, financiados con capital privado, pero legalizados y legitimados con el Poder Soberano del Rey a través de las capitulaciones, y realizados bajo la estructura militar de sus huestes.

Es necesario entonces dar una mirada a los primeros tiempos del período hispánico (siglo XVI), a la institucionalización de la doctrina y pueblos de indios (siglo XVII), al crecimiento poblacional de blancos y mestizos que dieron origen a las erecciones parroquiales del Siglo XVIII y principios del XIX, y por último a los procesos de poblamientos tardíos, tanto decimonónicos como contemporáneos o del siglo XX.

Veremos entonces cómo sobre los territorios de las naciones étnicas o pueblos prehispánicos se fundaron las ciudades de Pamplona de Indias en 1549, Ocaña en 1570, Salazar de las Palmas en 1583 y San Faustino de los Ríos en 1662, creando cada una de ellas una jurisdicción y unidad territorial. A este movimiento fundacional que tiene como actores a las huestes españolas que realizaron las conquistas llamaremos “momento de las ciudades”.

Luego, fundadas las ciudades y establecidos los derechos de vecindad, así como la demarcación de sus jurisdicciones, se debieron poblar las distintas comunidades indígenas encomendadas en “pueblos como los de España”, asignándoles sus tierras de resguardo y erigiendo doctrinas de naturales; con ello se constituyó la llamada “república de los indios”. Se poblaron pueblos como Silos, Chopo, Labateca, Aspasica, Chinácota y Cúcuta, entre otros; poblamiento que llamaremos “momento de los pueblos” y corresponde básicamente al siglo XVII y tiene como actores a los indios.

Un tercer momento poblacional corresponde a las erecciones parroquiales, el “movimiento parroquial granadino”, dado en respuesta a la necesidad de establecer una unidad poblacional y territorialidad jurídica a las comunidades campesinas de blancos y mestizos que se asentaban en los valles fértiles aledaños a los pueblos de indios. En este poblamiento vieron la luz parroquias como San Joseph del Guasimal en 1734, Nuestra Señora del Rosario en 1761, Sagrado Corazón de Bochalema en 1757, Santa Bárbara del Llano de la Cruz en 1807 (hoy Abrego), entre otras; poblamiento que representa el “momento de las parroquias”. Como puede verse corresponde al siglo XVIII y primeras décadas del siglo XIX y sus actores fueron los feligresados no indígenas agregados a las doctrinas indias.

El siglo XIX trajo vientos de progreso y diversificación económica, en especial con el establecimiento de la producción y exportación de café, iniciada en Villa de Rosario y San José de Cúcuta justo a comienzos de aquella centuria. Se amplió la frontera agrícola en forma vertiginosa, originando la creación de distritos como Galindo en 1864 (hoy Gramalote), San Calixto 1845, San Pedro (hoy Villa Caro) en 1857, Cáchira en 1866 y La Playa de Belén en 1896; poblamiento al que llamaremos “momento de los pueblos del café”, aunque no todos hayan tenido como motor para su constitución el café.

Finalmente veremos los pueblos contemporáneos constituidos en el siglo XX, formados a la vera de un camino, a la luz del desarrollo comercial y de los transportes como El Zulia (creado en 1959) y Los Patios o Puerto Santander. También puede hablarse de los “pueblos del petróleo” como Tibú; o de pueblos constituidos en virtud de la ampliación de la frontera agrícola lícita e ilícita de los últimos años hacia el corazón del Catatumbo. Así pues, desarrollando cada uno de estos “momentos del poblamiento”, con sus respectivas “categorías jurídicas del poblamiento”, tendremos una versión moderna y comprensiva de los orígenes e institucionalidad de los asentamientos humanos que componen el actual territorio nortesantandereano; con ello podrán saber las generaciones presentes y venideras cuál ha sido la génesis de cada uno de sus pueblos, podrán reconocer su ancestralidad más profunda y así perfilarar mejor su horizonte identitario como nortesantandereanos en este primer centenario.

1.       Naciones Étnicas de los Andes Nororientales a la llegada de los Españoles, Siglo XVI

Los españoles reconocieron en el actual territorio nortesantandereano dos grandes provincias o naciones étnicas, además de innumerables behetrías o pueblos de selva en las zonas bajas o de tierra caliente. Una, la provincia de los Chitareros, llamados así por portar asida a su cintura una mochila de fique (chitara) con una vasija de calabazo con “vino de la tierra” o chicha de maíz, bebida espirituosa parte de su alimento diario. Se contaron más de cien pueblos o comunidades chitareras distintas en todos estos valles de la Antigua Provincia de Pamplona, territorio conocido en tiempos hispánicos tempranos como "Sierras Nevadas". Estos pueblos chitareros de montaña habitaban una extensa franja desde las laderas de la cuenca del río Chicamocha hasta buena parte del Táchira venezolano. Y la otra, los pueblos Hacaritamas y Carates de la parte noroccidental, lo que sería la extensa provincia de Ocaña. De hecho el poblamiento hispánico de esta parte del país se realizó justamente con la fundación de los ciudades en el corazón de cada una de estas grandes naciones étnicas; la ciudad de Pamplona de Indias para encomendar e incorporar los pueblos chitareros y la ciudad de Ocaña para hispanizar hacaritamas y carates, al tiempo que se garantizaba la ruta o comunicación entre las ciudades extremas del Nuevo Reino con el río Magdalena y su consecuente salida a Cartagena. De los chitareros se dijo:

"Es toda la gente de mediano cuerpo, bien ajustados y de color como los demás Indios; vístense con mantas como los del Reino, aunque viven los más por valles que declinan más a calientes que a fríos; la gente pobre y que no hacían con oro con tener en sus tierras muchas minas y buenas que después los españoles descubrieron, de donde se ha sacado gran número de pesos de oro; los rescates de que estos Indios usan es algodón y bija que es una semilla, de unos árboles como granados, de los cuales hacen betún que parece almagre o bermellón, con que se pintan los cuerpos y las mantas que traen vestidas; los mantenimientos que tienen son maíz y panizo, yuca, batatas, raíces de apio (arracachas), fresoles y curíes -que son unos animalejos como muy grandes ratones- venados y conejos; las frutas son curas, guayabas, piñas, caimitos, uvas silvestres como las de España, guamas -que es una fruta larga así como cañafístola, palmitos, miel de abejas criada en árboles; las aves son pajuiles, que son unas aves del tamaño de pavas de España; hay también pavas de la tierra, que son poco menores que los pajuiles, papagayos, guacamayas de la suerte de papagayos..."[2]


Se asentaban en estos valles andinos diversas y nutridas comunidades chitareras como Tapaguá, Arcabuzazo y Chicaguaos en la cuenca del río Zulia; Chopo, Tegualaguache, Bochalema, Iscalá, Chinácota y Cúcutas por el río Pamplona; Silos, Cáraba, Labateca y Bochagá por el río Chitagá; Cania y Capacho por el río Táchira. Del mismo modo, pueblos hacaritamas y carates como Brotaré, Teurama, Carasica, Carates y Tucuriama en la zona de Ocaña, para sólo mencionar algunos ejemplos. A la llegada de los españoles, estas comunidades se asentaban sin uniformidad urbanística alguna, distribuyendo sus bohíos ampliamente en los valles y laderas, siguiendo el curso de ríos, quebradas, o arroyuelos por donde corriera abundante agua, de esta manera se conformaba una especia de vecindad veredal. Es decir, a pesar de existir aglomeraciones de población, arriba de las 500 familias, nunca establecieron un poblado o centro urbano declarado. Formaron asentamientos dispersos, algunos, y seminucleados otros.

El territorio norte del actual Departamento estaba ocupado por poblaciones de selva o tierra caliente en las cuencas de los ríos como la nación Motilón-Barí y diversos pueblos de frontera; comunidades reconocidas como parte del territorio de conquista desde los cabildos establecidos en los valles andinos. Sobre estos pueblos se plantaron las ciudades de Salazar de las Palmas y San Faustino de los Ríos, cuyos cabildos intentaron la pacificación de naturales por vía de reducción y conquistas que mantuvieron largos períodos de guerras indias, en especial contra los antiguos motilones que solían impedir la navegación y el comercio por el río Zulia en aquellos primeros tiempos de hispanización.

El actual territorio nortesantandereano, fronterizo también en tiempos prehispánicos, fue una amplia zona de confluencia étnica entre pueblos Chitareros de montaña y comunidades de selva como U’wa-Tunebo al suroriente y Motilón-Barí al norte; así como con pueblos de otras filiaciones u horizontes culturales que serán debidamente develados por los estudios arqueológicos y etnohistóricos propios para cada localidad.

De hecho cada una de las localidades nortesantandereanas cuenta con un patrimonio arqueológico que da cuenta de su pasado indígena, con el cual soportan su cultura e identidad más profunda. Es el caso de pueblos como Silos con su museo arqueológico Magará, donde reposan valiosas piezas de la cultura chitarera, o la presencia de petroglifos en Sardinata, Salazar, Santiago, Los Patios, Cucutilla y Teorama que representan una excepcional riqueza en Arte Rupestre.

2. El Momento de las Ciudades: La Hispanización del Territoio, Siglo XVI.

Las ciudades se consolidaban con el evento de fundación de un asentamiento de españoles, dando lugar a la mutación de las huestes de conquista en cabildos para el ejercicio de la justicia y el gobierno civil. Los actores eran los conquistadores, los españoles para el caso, la acción ejecutada y protocolizada “la fundación de una ciudad”, las ciudades se fundan. La categoría jurídica que explica el proceso es el verbo “fundar”, cuya acción se refrendaba con un acta en el sitio y momento de la fundación, para posteriormente recibir aprobación oficial con una cédula del Rey que titulaba ese asentamiento y su jurisdicción. La hueste de los capitanes Pedro de Orsúa y Ortún Velasco protocolizó la fundación de la ciudad de Pamplona de Indias el 2 de noviembre de 1549, integraron un cabildo para el gobierno y la administración de justicia, al tiempo que dispusieron la legalidad para el ejercicio de los derechos de conquista; tales como el repartimiento y encomienda de las comunidades indígenas, el acceso a la tierra, a las minas y los recursos para la implementación de la empresa individual de cada uno de los vecinos de la ciudad. De hecho el concepto de ciudad corresponde más a un territorio, a una jurisdicción, que a un asentamiento urbano, pues importaban más los términos o linderos que la urbe en sí.

Poblamiento de la Ciudad de Pamplona: El poblamiento hispánico del actual territorio del Nororiente colombiano se proyectó desde la ciudad de Tunja con la hueste conquistadora de los capitanes españoles Ortún Velasco y Pedro de Ursúa, expedición que culminó con la fundación de la ciudad de Pamplona en noviembre 2 de 1549. Los soldados convertidos en vecinos de la ciudad pacificaron y encomendaron unas cien comunidades indígenas existentes en la extensa geografía que se puso bajo su jurisdicción, comprendida, grosso modo, desde la cuenca del río Chicamocha hasta las estribaciones de la cordillera de Mérida en la actual República de Venezuela, donde se incluían de hecho los valles cálidos de Cúcuta, el Zulia y Táchira[3].

Los capitanes Ortún Velasco y Don Pedro de Ursúa comandantes de la campaña conquistadora de “Sierras Nevadas”, antiguo territorio de los chitareros, después de unir sus huestes, recorrieron la tierra "apuntando" algunos grupos nativos, mientras decidieron poblar la hueste "por el día de Todos Santos"[4], en el sitio y valle en que hoy se asienta la ciudad de Pamplona, razón muy segura por la cual el nombre del valle de esta ciudad en un principio fue “valle de Todos los Santos” y no valle del Espíritu Santo como hoy se le conoce y lo ha tratado la historiografía tradicional. La Jurisdicción de la ciudad de Pamplona incluiría:

"Los pueblos que servían a la ciudad de Málaga, en las provincias de Tequia, desde los vados y pasos del Chicamocha, corriendo el río Sogamoso abajo, hasta la ciénaga que llaman del Bachiller, atravesando a las Sierras del Nacuniste a los brazos del Orma, hasta la Laguna de Maracaibo, y por Sierras Nevadas cuarenta leguas adelante hasta el pueblo de Maracaibo y hasta dar con el nacimiento del Apure"[5]

Los primeros pobladores se vieron pronto reforzados por más soldados y unos cuantos hidalgos o "hijosdalgos" transterrados del otro lado del océano, --justo cuando se difundió la noticia por todo el Nuevo Reino del descubrimiento de muy buenas minas de oro en los páramos de Pamplona--, quienes arribaron a la ciudad y engrosaron el grupo inicial de pobladores, en procura de sustento y de continuar sus andanzas u organizar sus vidas[6].

Fue de vital importancia para este proceso poblador asegurar el mayor número posible de repartimientos de indios, y el control efectivo en todo el vasto territorio, asegurar los caminos y vías de comunicación con las ciudades vecinas y con sus encomiendas y "aposentos". Así, Pamplona se convirtió paulatinamente en un fuerte, base para la expansión hispánica en el territorio nororiental del Nuevo Reino y en el actual Occidente venezolano. El Cabildo y autoridades de la ciudad de Pamplona proyectaron arriesgadas y destacadas empresas de conquista, de las cuales resultaron las fundaciones de la ciudad de Mérida en 1558, de la villa de San Cristóbal en 1561, de la ciudad de Ocaña en 1570, de la ciudad y gobernación del Espíritu Santo de La Grita en 1576 y de la ciudad de Salazar de las Palmas en 1583; todas ellas con determinación, apoyo y participación de los pamploneses, cuyo proceso muestra la ciudad de Pamplona como madre y “fundadora de ciudades”, según suele llamársele.

Estas nuevas fundaciones realizadas a partir de la ciudad de Pamplona tuvieron como pulsión y a la vez como soporte económico, en sus primeros años, la minería en primer lugar y en segundo lugar la producción agrícola y ganadera; actividades que atrajeron mucha gente de todas partes y de todo tipo, que sirvieron de apoyo para las campañas expansionistas hacia Mérida, San Cristóbal, Ocaña y Salazar, entre otros avances sobre los territorios de frontera. Sin embargo debe considerarse también que la expansión hispánica a partir de Pamplona se presenta como resultado de la vocación aventurera y pobladora de los veteranos conquistadores pamploneses. Vocación que persistió en el alma de muchos vecinos, y que llegó a plasmarse en tres proyectos concretos: el del Capitán Juan Rodríguez Suárez, fundador de la ciudad de Mérida, el del Capitán Francisco Fernández de Contreras, fundador de la ciudad de Ocaña y el del Capitán Juan de Maldonado, fundador de la villa de San Cristóbal. De Pamplona además, recibieron apoyo fundamental los proyectos poblacionales de la ciudad y gobernación del Espíritu Santo de La Grita, con el Capitán Francisco de Cáceres y el de Salazar de las Palmas, con el Capitán Alonso Rangel; proyectos que contaron con financiación, apoyo político y logístico de importantes grupos familiares pamploneses como Los Velasco y los Rangel.

En el año de 1555 los pamploneses recibieron del Rey de España su título de ciudad, su fundación fue reconocida y su jurisdicción ratificada. Para entonces ya el Cabildo había adjudicado unas cuantas estancias a vecinos no encomenderos y todo el vecindario, cabezas de familia, alcanzaban los 75 hogares, sin contar las personas que habitaban sus términos en calidad de estantes, residentes temporales y pasantes o viajeros, como tampoco se contaban como vecinos los indios del servicio transterrados de otros territorios como muiscas y guanes, los cuales componían una masa poblacional importante, pues los españoles siempre se hacían acompañar de un séquito de sirvientes e indios de carga. La ciudad como municipalidad había fijado un sistema de precios, pesas y medidas, tales como las tarifas para los obrajes de herrería, sastrería y demás servicios o elementos de consumo. El Padre Alonso Velasco, primer beneficiado y vicario de la Iglesia Mayor, había puesto a funcionar el primer molino harinero de la ciudad, y el Cabildo había elevado pliego de peticiones a la Santa Sede y las Cortes de España en procura de mercedes y concesiones en favor de la ciudad y su Iglesia.

El Poblamiento de la Ciudad de Ocaña: El poblamiento de Ocaña fue igualmente proyectado por el Cabildo de Pamplona bajo varias motivaciones, y puesto en cabeza del Capitán Francisco Fernández de Contreras, vecino de Pamplona. Este Capitán tuvo a su cargo varias campañas y exploraciones hacia el Norte de la ciudad, procurando hallar una vía expedita como salida al mar, al tiempo que velaba por la jurisdicción de la Audiencia de Santafé frente a la Gobernación de Venezuela[7].

Ganar la tierra, sujetar indios y descubrir minas eran proyectos que no descuidaban estos veteranos conquistadores pamploneses. Las experiencias obtenidas con las campañas de Mérida y San Cristóbal motivaban aún más esta idea, a medida en que se consolidaba el poblamiento hispánico de Pamplona. La población aumentaba tanto a nivel urbano como en los distritos mineros y aposentos blancos, se habían conquistado y repartido las parcialidades indias de "las Arboledas y el Zulia", se afianzaban los caminos a Tunja, Mérida, y las minas, así como a cada uno de los repartimientos sujetos a la ciudad.  Era el momento propicio para explorar y ganar los territorios del Nor-occidente de la provincia.

El Cabildo de la ciudad de Pamplona le confió al dicho Capitán el descubrimiento de minas por las cordilleras que desde Pamplona enrumbaban hacia el Norte, y de paso la posibilidad de hallar un camino al océano o "Mar del Norte" como se le decía desde el Reino; minas que desde luego no encontró, pero sí halló entre los naturales noticia de que el "Río Grande de la Magdalena" estaba cerca, pues en su recorrido se había desviado hacia el noroccidente, pasándose a la cuenca y llanuras del bajo Magdalena;

"donde estaba con la gente que con él estaba el cual fue en descubrimiento del dicho río y ansí dio y aposentó en un pueblo de yndios del Río Grande de la Magdalena que se dice CHINGALAE que es y haze en la provincia de Tamalameque, pueblo de españoles desta gouernación donde el dicho pueblo de Chingalae al de Tamalameque hay doce leguas el río abajo y dende el dicho pueblo de Chingalae hasta la ciudad de Ocaña hay diez y seis leguas"...[8]

Acababa de descubrir el "Puerto de Ocaña, por donde Pamplona y la misma Ocaña realizarían su floreciente comercio, estableciéndose así la ruta Pamplona-Ocaña- Cartagena y viceversa; corría el año de 1570. El puerto que se había descubierto y fundado, según lo sustentaba el Cabildo de Ocaña pocos años después de fundada la ciudad:

"Era cosa que en ellos se había hecho notable servicio a Dios nuestro Señor y a su Majestad Real por que se evitarían  muchas muertes de los yndios naturales del Río Grande de la Magdalena de los de la boga, lo cual se evitaría si se poblase esta ciudad de Ocaña que agora está poblada por que en el dicho puerto sería la descarga de la ropa que sube y va al Nuevo Reino de Granada"...[9].

Una vez asentada provisionalmente la hueste en el Puerto el Capitán Fernández de Contreras regresó a Pamplona para dar cuenta de lo actuado a la Audiencia con el objeto de pedir licencia para fundar una ciudad o pueblo de blancos en aquel territorio que acababa de descubrir, sustentando el proyecto y ventajas que resultarían de abrir esa ruta al tiempo que se sujetarían las comunidades indígenas allí existentes, ampliando el espacio hispánico en construcción.

La Audiencia de Santafé, presidida por el Doctor Venero de Leyva, estudió la propuesta, y observando que dicho territorio estaba adscrito jurisdiccionalmente a la Gobernación de Santa Marta, remitió el proyecto y gestor del mismo ante Pedro Fernández de Bustos, Gobernador de Santa Marta, quien le otorgó poderes y comisión a Fernández de Contreras

"para poder poblar en nombre de su Majestad por virtud de la dicha comisión el dicho Capitán Francisco Fernández pobló y conquisto la tierra y ciudad, y a puesto los naturales de la provincia en los soldados que le seguían y le ayudaron; a la cual ciudad de Ocaña se pobló como es dicho por el dicho Capitán Francisco Fernández y por la orden y comisión de Pedro  Fernández de Bustos en el año de setenta, al fin de, a que se pobló ocho años poco más o menos"[10].

Parece que el Cabildo de Ocaña no tenía registro de la fecha exacta en que se protocolizó la fundación de la ciudad, aunque redactan el informe en cuestión, el día 25 de Marzo de 1578. A la ciudad se le puso por nombre Ocaña por congraciar al gobernador Fernández de Bustos, que era natural de "Ocaña en los Reinos de España", pero su sucesor en el cargo, don Luis de Rojas Guzmán la hizo llamar "Nueva Madrid"; luego al dejar éste el mando, se volvió a llamar Ocaña y al territorio: "Provincia de Santa Ana"[11].

Los indios fueron repartidos y encomendados entre los vecinos de la ciudad al tiempo que se otorgaban estancias y se iniciaba la fundación de cañaduzales y haciendas para el sustento de la población y el comercio. La ciudad no poseyó minas y su vocación fue básicamente comercial y agroganadera. Los vecinos y encomenderos, en su mayoría originarios de Pamplona formaron una estrecha y próspera alianza comercial con los pamploneses, convirtiendo su ciudad en el puerto y paso obligado de los cargamentos de mercaderías europeas hacia el interior y la provincia de Pamplona, al tiempo que ésta sacaba sus productos agrícolas por Ocaña, actividad mercantil que se comenzó en forma inmediata, pues en pocos años los encomenderos y comerciantes pamploneses estaban sacando por Ocaña las harinas, bizcocho, azúcar, mantas y todos los productos de la tierra que hallaban su mercado en la costa y puertos del "Río Grande de la Magdalena".


La Ciudad de Salazar de las Palmas: A la preocupación de los pamploneses por asegurar el tránsito comercial hacia el río Zulia, desde cuyos puertos se descendía en busca de la culata del lago de Maracaibo, se debe la fundación de la ciudad de Salazar de las Palmas en 1583. Un año antes, el gobernador del Espíritu Santo de la Grita (fundada en 1573), el capitán Francisco de Cáceres, había encargado a su maestre de campo y vecino de Pamplona, el capitán Alonso Esteban Rangel, la pacificación de los indios quiriquíes y motilones que estorbaban la navegación por dicho río. Este presentó en la Real Audiencia unas capitulaciones para la conquista y pacificación de estos indios, asegurando además el camino hacia las minas auríferas de las bocas de Guira, las cuales fueron aceptadas el 27 de febrero de 1583. Acompañado de una partida de soldados, procedió entonces a fundar la ciudad en un sitio a propósito, matizado por palmas, desempeñando durante toda su vida el oficio de alcalde mayor. Conforme los términos de la capitulación, su hijo del mismo nombre heredó este empleo. La escogencia del nombre de Salazar parece ser un homenaje al oidor Pérez de Salazar, amigo y protector del gobernador Cáceres.

Según el cronista Fray Pedro Simón, la ciudad cambió varias veces el lugar de su asiento, tratando de mejorar su control sobre indios rebeldes y pasajeros del río Zulia. Por otra parte, el capitán Rangel también descubrió un buen puerto en el río Zulia, consiguiendo el privilegio para explotarlo por veinte años. Esta es la cita completa de Simón:

Aunque dejamos tratado largo en muchas partes de nuestra primera de la laguna de Maracaibo y cómo se navegó algún tiempo hasta la boca del río Zulia mientras los indios quiriquires no la infestaron y estorbaron la boga y otras cosas que dejamos dichas de estas conquistas, con todo eso falta por decir (que pertenece a este lugar) como se pretendió por el de Pamplona, que no era a quien le cabía la menor parte de estos daños, se atajaran pretendiendo allanar los quiriquires y motilones que de la parte del poniente no eran de menor inconveniente. Y así, entre los demás vecinos de aquella ciudad a quien le solicitaban, el que mejor diligencia se dio para ponerlos en ejecución fue el capitán Alonso Esteban Rangel, que era maese de campo del gobernador de La Grita, Francisco de Cáceres. Y así el año de mil y quinientos y ochenta y dos se ofreció a conquistar y pacificar las bocas de esta laguna, principalmente contra los indios motilones y allanar el paso para las minas de oro de las Bocas de Ceniza, de quien en tantas partes se ha hecho mención.

Puso sus intentos en la Real Audiencia de Santafé, que habiéndose admitido y tomado asiento y condiciones con que se había de hacer la conquista, que casi fueron las que de ordinario se tomaron en tales descubrimientos, con que no nos detendremos a declararlos en particular, se le despacharon recados en veintisiete de febrero del año siguiente de mil y quinientos y ochenta y tres, con los cuales y buena copia de soldados y otra gente de servicio, caballos y pertrechos de guerra, todo a su costa, que fue una de las capitulaciones, entró ese mismo año a la jornada. Y habiendo hecho algunos buenos efectos, pobló una ciudad (que fue también una de las capitulaciones) en el mejor sitio y paraje que le pareció, para frenar desde ella los indios que hacían el daño dicho y había comenzado a conquistar a la banda del norte de la Pamplona, a quien llamó Salazar de las Palmas por las muchas que había en el sitio donde se pobló. Fue de ella alcalde mayor todo el resto de su vida, a quien le sucedió un hijo suyo del mismo nombre que hoy goza de lo mismo por haberse hecho la merced por dos vidas. Hase mudado la ciudad con deseo de mejorarse en sitio, en otras dos o más partes. Los frutos de su país son crías de ganados mayores, pero el mayor es de tabaco, por ser tierras calientes, caña dulce, algodón, maíz. Está a diez o doce leguas de la ciudad de Pamplona al noroeste[12].

La ciudad de Salazar de las Palmas fue un proyecto poblacional auspiciado por los pamploneses, por los vecinos de La Grita, y quizá con el apoyo de la Villa de San Cristóbal; pues a los tres cabildos les interesaba sobre manera la fortificación de la guerra contra las naciones indias de la selva, aún no sometidas, especialmente los llamados motilones. Pero quizá Pamplona era o fue la más beneficiada, pues con la fundación de Salazar de las Palmas se allanó el camino real para la ciudad de Ocaña, indispensable para su comercio y comunicación con Cartagena y los reinos de España, lo mismo que el despeje y seguridad para la navegación por el río Zulia. Además se establecía una mejor comunicación entre las ciudades de Mérida, La Grita y Villa de San Cristóbal con Ocaña y Cartagena a través de los Llanos de Cúcuta y Salazar, sin necesidad de acudir a los valles de Pamplona.

La ciudad de Salazar se hizo cargo de la reducción de los pueblos del río Salazar, del río Peralonso y del mismo Zulia. Con esas comunidades reducidas soportó la fuerza laboral que requirió para su proyecto empresarial hispánico, y pronto se vieron crecientes hatos de ganado mayor, entables de tabaco, caña `dulce para mieles y diversos frutos de pan coger. Ya en el siglo XVII, por mandato real, debió poblar sus indios en un “pueblo a la usanza de los pueblos de España” y erigir una doctrina formal, el pueblo de indios de Santiago.

Fundación de San Faustino de los Ríos: Pese a todos los esfuerzos que realizaban vecinos de Pamplona, Maracaibo, Las Grita, San Cristóbal e incluso Mérida, la ruta de navegación por el río Zulia siempre se vio obstaculizada por el temor a los indios flecheros que atacaban a los viajeros y bogas que por sus aguas transitaban. Así las cosas, en uno de esos repetidos esfuerzos de pacificación y reducción de los naturales de guerra, se propuso la fundación de una nueva ciudad en las márgenes del río Zulia, al tenor de unas capitulaciones firmadas en diciembre de 1639 por el Capitán Antonio de los Ríos Jimeno con el presidente Sancho Girón. El Capitán Ríos Jimeno había sido autorizado oficialmente para hacer la guerra a los indios jirajaras y chinatos que se habían alzado, para lo cual usaba el título de “capitán de guerra” con licencia para fundar una ciudad en la cual sería gobernador por dos vidas, pues al morir pasaría el cargo a su hijo mayor.

Con el nombre de San Faustino de los Ríos fue fundada la ciudad en la banda oriental del río Cúcuta, más abajo de las juntas de los ríos Táchira y Pamplona (hoy Pamplonita) frente al cerro de Tasajero, posiblemente el 15 de febrero de 1662. El Primer cabildo fue integrado por Francisco Chacón de Torres como alcalde ordinario, Francisco de Alberto Negrón como alférez mayor, Pedro Bueno de Escandón como procurador general, y Francisco Nieto Benevente y Martín Alonso como regidores. Allí mismo se decidió que como el Capitán Antonio de los Ríos Jimeno no tuvo hijos, el segundo gobernador después de su fallecimiento sería Don Nicolás Gómez de Figuiroa. Empero, pese a semejantes formalidades, el objetivo de la capitulación firmada no se verificaba cabalmente, pues los indios de guerra seguían obstaculizando el normal tránsito y navegación por el río Zulia.

San Faustino soportó los consuetudinarios y crónicos ataques de los flecheros motilones, de tal suerte que el objeto de las capitulaciones y de la misma fundación de esta ciudad no se verificaban en forma cierta. Por el contrario, la ruta del río Zulia lograba perfilarse como una senda expedita para el tránsito y comercio andino con Maracaibo, mientras recibía serias críticas las facilidades que daba para el contrabando, en detrimento de las Reales Cajas. En consecuencia, la jurisdicción de la Gobernación de San Faustino de los Ríos fue considerada como “refugio de forajidos” y, en todo caso, espacio jurisdiccional ajeno a la acción de los cabildos de las ciudades de Pamplona y Mérida[13].

Sin embargo, de alguna manera la eficiencia militar española sobre esta frontera de guerra parecía no surtir mayores frutos, la pacificación de los “bárbaros motilones” no se verificaba. Como consecuencia de ello la aparente prosperidad de la ciudad y sus habitantes se fue desmoronándose paulatinamente a medida que avanzaba el siglo XVIII, a tal punto que para 1743 la ciudad estaba completamente en ruinas, abandonadas sus casas, enmontadas sus calles y los pocos vecinos que quedaban vivían en constante zozobra por el asedio de indios de guerra y bandidos de toda calaña.

Salió entonces al rescate del proyecto poblador y pacificador de naturales no sometidos el Capitán Buenaventura Flotas y Sepúlveda, quien con el apoyo de los cabildos de San Cristóbal, Mérida y Pamplona intentó reconstruir la ciudad, fabricar el templo mayor de ciudad, dotar las milicias, pero sobre todo asentar nuevos estancieros y campesinos agricultores que dieran soporte a la plaza. Eso en realidad no se concretó, aunque se hicieron grandes inversiones en obras civiles y militares como edificios, murallones, garitas y en las obras del templo. San Faustino de los Ríos fue poco a poco despoblándose, sus vecinos se trasladaron a las vegas San José y Villa del Rosario hasta que finalmente desapareció el cargo de gobernador y su cabildo. La ciudad ingresó al Siglo XIX como una aldea o villorio venido a menos, aunque en algunos períodos se le reconoció como distrito, en otros como aldea, hasta que finalmente hoy ya no posee ninguna representatividad política ni administrativa como un modesto y deprimido centro poblado rural de la ciudad de Cúcuta; y ya de su portentoso origen como ciudad y gobernación imperial española nadie se acuerda.

3. El Momento de los Pueblos de Indios: Instauración de la República de los Indios en el actual Norte de Santander a la luz de la política indiana trazada por el Padre Las Casas

Se establecieron en aplicación de la política indiana promulgada a partir de las Leyes Nuevas de 1542, en las cuales se impuso la propuesta del Padre Fray Bartolomé de las Casas, O.P., de congregar y poblar los naturales al margen de las fundaciones españolas. Los pueblos o comunidades de indios se “poblaron en pueblos” a la usanza de los de España, “dándoles traza para hacer plaza y calles, donde habrían de vivir congregados y en policía para recibir la doctrina y servir mejor a los encomenderos”. La categoría asignada es el verbo “poblar”, en el entendido que los “pueblos se pueblan”. Los actores de este poblamiento fueron los indios, a quienes se les devolvía la autoridad étnica para que organizaran sus comunidades, usufructuaran adecuada y provechosamente las tierras de los resguardos, administraran las rentas colectivas y pagaran puntualmente sus tributos. En el territorio de la ciudad de Pamplona el proceso de poblamiento de las comunidades indígenas y posterior erección de las doctrinas inició a finales del Siglo XVI, 1583, con el primer poblamiento de indios de la “Provincia de Chinácota” realizado por Melchor Vázquez Campuzano, y se consolidó a mediados del Siglo XVII con el afianzamiento de la doctrina y pueblo de indios de Cúcuta, poblado por el Doctor Don Diego Carrasquilla Maldonado en 1641.



La política indiana aplicada por la Corona Española en esta parte del Nuevo Reino de Granada deja ver cómo las ciudades y sus cabildos fueron responsables de la consolidación, sostenibilidad y desarrollo de las doctrinas de naturales en cada una de sus jurisdicciones. Es así como se reconoce, por ejemplo, que para el año de 1623 se congregaron en términos de la ciudad de Pamplona 12 grandes pueblos de indios con su consecuente erección en doctrina formal en los principales valles fértiles del territorio. Éstas fueron: Chopo, Chinácota y Cúcuta (1641) por el río Pamplona (hoy Pamplonita); Silos, Cácota de Velasco y Labateca por el río Chitagá; Arboledas por el río Zulia; Guaca, Carcasí, Servitá, Cácota de Suratá y Bucaramanga en el actual departamento de Santander; además de la llamada doctrina de los páramos en Vetas, erigida para asistir y doctrinar los indios mineros llevados a este distrito minero desde los pueblos de encomienda.

La ciudad de Salazar de las Palmas instituyó el pueblo de indios de Santiago. En la ciudad de Ocaña se poblaron a la usanza hispánica y erigieron como doctrinas formales los pueblos de indios de Brotaré, Aspasica, Carasica, Pueblo Nuevo de Boquiní, La Loma de González, Buenavista y El Palmar (hoy Hacarí), aunque estos últimos ya a finales del Siglo XVIII. En términos de la ciudad de San Faustino de los Ríos se erigió la doctrina de Limoncito de los Motilones, ya en los albores del Siglo XIX, se localizaba en las vegas del río Zulia, en el actual corregimiento de Buena Esperanza.   

La mayor concentración de población indígena encomendada a finales del siglo XVI se hallaba en la Provincia de Pamplona, así que los esfuerzos por “poblar” sus pueblos de indios se inició justo en el valle del río Pamplona con la confirmación de poblamientos que hiciera el Capitán Alonso de Montalvo en 1586, quien “pobló y dio traza con plaza y calles” a diversos asentamientos como Chopo, Bochalema y Chinácota. En el año de 1602 estos pueblos recibieron la asignación de tierras de resguardo por el Capitán Don Antonio Beltrán de Guevara, corregidor de la ciudad de Tunja, sentando las bases para la congregación y erección de las 12 grandes doctrinas que finalmente estableció el Visitador Don Juan de Villabona y Zubieaurre en 1623 en toda la jurisdicción de la ciudad de Pamplona.

4. Movimiento Parroquial Granadino: El Momento de las Parroquias

Transcurridos unos 150 años después del inicio de los poblamientos indios en “pueblos como los de España” a finales del Siglo XVI y consolidados a principios del XVII, se desarrolló y consolidó paulatinamente una creciente masa poblacional de blancos y mestizos, además de variada población no indígena, que fueron ocupando los valles fértiles del territorio, formando haciendas, estancias y mejoras en inmediaciones de los pueblos de doctrina. Fue así como surgió la necesidad de ordenar y dar vida jurídica a una serie de feligresados no indígenas que crecían a expensas de los pueblos de indios, para lo cual se erigieron múltiples parroquias diocesanas, en un movimiento poblacional conocido como “movimiento parroquial granadino”. Surgieron entonces pujantes parroquias como San José del Guasimal, en 1734, Nuestra Señora del Rosario, en 1774, erigidas en torno al pueblo de indios de Cúcuta; parroquia del Sagrado Corazón de Bochalema, erigida en 1757, entre los pueblos de Chopo y Chinácota. La parroquia de Nuestra Señora de las Angustias de Toledo, erigida en 1790 en inmediaciones del pueblo de indios y doctrina de Labateca. Las parroquias de San Cayetano y Santiago Apóstol fueron erigidas en un mismo expediente o proceso canónico en 1773 y 1778 respectivamente. Como estas muchas parroquias se erigieron en aquella época ya fuera a expensas de un pueblo de indios o de una ciudad; es el caso de Santa Bárbara del Llano de la Cruz (Abrego) erigida a expensasde la propia ciudad de Ocaña en 1807.

El movimiento de las erecciones de parroquias estuvo a cargo de presbíteros seculares o diocesanos, como medio de dar estatus político al pueblo del “Común” en crecimiento, que habiéndose agregado originalmente a las doctrinas de los pueblos requerían una entidad político-administrativa mínima para expresarse en "civilidad".  Los agentes de este proceso fueron los presbíteros seculares y las élites de comerciantes y terratenientes interesados en construir un escenario o espacio político local propio, separándose de los indios y reivindicando su condición de simples agregados a una doctrina. Querían éstos un cura propio y con ello la institucionalización de un nuevo género de municipalidad, siguiendo desde luego como vecinos de la ciudad matriz (ya fuera Pamplona, Salazar u Ocaña) y gobernados por su cabildo.

Redefiniendo un poco lo anterior, para designar la institucionalización de estos nuevos curatos de blancos y mestizos, como entes que materializaron la urbanización y civilidad de los asentamientos rurales del campesinado no indígena, se usó el verbo erigir; entendiendo de paso que el origen de las entidades parroquiales secularizadas tuvieron una doble motivación: de una parte, responder por las necesidades del "pasto espiritual" que requerían las agregaciones campesinas de los distantes curatos de indios, proveyéndose de un clérigo o cura párroco; y de otra parte, la creación de espacios públicos y políticos en su comunidad. Este verbo también fue usado en ocasiones, al lado del verbo fundar, especialmente cuando ciertas parroquias, las más solventes como El Rosario y San Joseph de Guasimal quisieron adquirir o ascender al estatus de villa, como de hecho lo lograron en 1792, cuando les fue conferido el título de “muy nobles, valientes y leales villas”.

Para la erección de una parroquia se exigía desde el derecho canónico tridentino el cumplimiento de unos requisitos por parte de los proponentes o feligresados aspirantes, campesinos blancos y mestizos, quienes mediante una concertación y esfuerzos mancomunados lograban surtir. Debían presentar una solicitud formal (proyecto) firmada por todos, o por lo menos por los más notables, supieran firmar o no, pues lo podían hacer a ruego. Aceptada la solicitud en el Tribunal Eclesiástico debían conferir poder a un procurador de causas (abogado) para que llevara el caso. Ese procurador se encargaría de presentar los documentos de rigor, tales como: escritura hipotecaria de compromiso para garantizar la congrua y sustentación del cura (unos 200 pesos de buen oro anuales), compromiso para la construcción del templo parroquial y la casa para el cura, soporte de la existencia de un terreno para asentar la parroquia con su templo y solares para el casco urbano, escritura de fundación y dotación de las tres cofradías (Santísimo,  las Ánimas y el santo patrón) con las que se garantizaría el mantenimiento del culto, padrón de vecinos, definición de linderos y constancia de los curatos circundantes, entre otros documentos. Una vez se surtían o verificaban cabalmente todos esos requisitos se producía la aprobación canónica y el expediente pasaba para titulación en la Real Audiencia, tribunal que preparaba el decreto de erección parroquial que finalmente firmaba y expedía el Virrey, titulando ese feligresado aspirante en parroquia formal.


Así las cosas, mientras que las ciudades tuvieron como agentes las huestes conquistadoras, y se les aplicaba genéricamente el verbo fundar, a los pueblos de indios o doctrinas de naturales, cuyos agentes eran las comunidades prehispánicas sometidas y encomendadas  por los vecinos de las ciudades, se les asignaba el verbo poblar; al movimiento poblacional parroquial, que tuvo como artífices a los conglomerados blancos y mestizos desarrollados en los valles fértiles  de la jurisdicción de la ciudad, bien avanzado el Siglo XVIII, se les definió como proceso de erecciones parroquiales, empleando de hecho el verbo erigir.

5. Los Pueblos del Café:

Una vez consolidada la Independencia e instaurado el régimen liberal republicano, los mercados y la economía del mundo trazaron nuevos horizontes para estos territorios de frontera. Llega el café como nuevo producto para el mercado y con él una nueva vocacionalidad económica. Entra la actividad caficultora por la frontera venezolana, aún en tiempos coloniales, y se consolida a partir de la década de los años 840’s, con el establecimiento de las casas comerciales e inversoras extranjeras. Este cultivo exigía la roturación de más y más tierras cada que la demanda crecía y su industria se hacía más próspera, lo cual trajo como consecuencia inmediata una vertiginosa ampliación de la frontera agrícola tradicional, apertura de nuevos caminos y comercios, construcción de ferrocarriles, atracción de nuevos pobladores o inmigrantes, y por supuesta el establecimiento de nuevos asentamientos humanos en esas zonas recientemente colonizadas. Es así como vienen a la luz pueblos cafeteros como Ragonvalia, Herrán, Durania y La Donjuana, además de populosas veredas y caseríos rurales como El Diamante y Tescua en Pamplonita, o Lauchema y Palogordo en Villa del Rosario, entre otros.

En la mitad sur y el oriente del actual departamento Norte de Santander, en los territorios correspondientes a las cuencas de los ríos Pamplonita y Zulia, se desarrollaron y proyectaron unos centros y sentidos del crecimiento poblacional y ocupación e incorporación de nuevos espacios al sistema productivo. A las viejas ciudades coloniales de Pamplona y Salazar de las Palmas, líderes naturales del poblamiento y construcción de nuevos espacios, se les sumaron florecientes asentamientos como San José de Cúcuta y Chinácota, que desde sus plazas y mercados pulsaron la expansión de la frontera agrícola y el crecimiento poblacional campesino a la luz de la creciente agroindustria del café. Se constituyeron entonces, tanto San José de Cúcuta y Chinácota como misma Salazar de las Palmas, en su centro, y Pamplona desde el sur occidente, en los ejes pulsores del establecimiento cafetero en las montañas de la cuenca del Zulia.

En el Siglo XVIII e incluso hasta la primera década del Siglo XIX el cacao era el producto líder en los mercados regionales, con destino al mercado mundial. A la luz del cacao surgieron todos estos pueblos de tierra caliente como San Cayetano, San José de Cúcuta y Villa del Rosario. Sin embargo, en las postrimerías del periodo colonial el cacao sufrió diversas plagas de carácter fitosanitario y su economía decayó considerablemente, lo cual obligó a los hacendados y campesinos productores a instrumental una diversificación en sus cultivos, viniendo a la vida un producto muy oportuno, valioso y rendidor: el café. Así vio el panorama socioeconómico de estos valles el General Agustín Codazzi y su Comisión Corográfica, en torno a estos dos productos y su mercado, año de 1850.

Hubo un tiempo en que las riberas del Zulia, desde Santiago hasta más debajo de Limoncito, se hallaban sembradas de cacaotales que por la abundancia de sus cosechas constituían la riqueza privilegiada de los valles de Cúcuta; hoy todas las haciendas, excepto las ribereñas de Táchira, están destruidas a causa de la mancha, enfermedad que mata el fruto antes de sazonarse, y cuya procedencia no se ha podido descubrir para combatirla. Pero no están cerradas por esto para los valles las puertas de la prosperidad; quedándoles el cultivo del café, como compensación del ya imposible del cacao. Los terrenos de la llanura de Chinácota y de las vagas altas del Pamplonita, las pingües laderas de Salazar y Arboledas, y las no menos favorecidas de Calderera, piden extensas plantaciones de cafetos que rendirán cosechas abundantes de muy rico fruto. Aunque los valles de San José y Cúcuta, extenuados tal vez por la producción de cacao, por haberlos fatigado con una sola especie de cultivo, remunerarían sobradamente al agricultor, si les confiara otras sementeras también valiosas para el consumo interior y para la exportación a Maracaibo[14].

El café llegó en los últimos años del Siglo XVIII y compartió suelos con el cacao en tierras de Villa del Rosario y Cúcuta. Evidencias documentales muestran que, contradiciendo lo expuesto por la historiografía tradicional, el café llegó y se desarrolló en primera instancia, no en Rubio, ni en Salazar, sino en Villa del Rosario. Los primeros registros de cultivos a nivel de inventarios agrícolas, así como de comercialización del grano, se dieron en Villa del Rosario con productores muy avezados como Don Antonio Sánchez Osorio y Don Pedro Chauveau, vecinos de esta Villa, quienes en sus haciendas, ahí justo en las riberas del río Táchira, beneficiaban cacao y café simultáneamente ya en 1803. Un crecido número de negocios, compraventas y créditos muestran que el café era un producto muy boyante en estos valles en aquella primera década del Siglo XIX, lo cual indica que los primeros entables debieron establecerse en el siglo anterior.

El café no solo vino a reemplazar el cacao como producto de exportación, se consolidó y de inmediato generó la colonización de nuevas tierras, la ampliación de la frontera agrícola y con ello nuevos poblamientos en el corazón de estas montañas, hasta entonces ignotas e incultas. ¿Pero qué significó el café en términos del poblamiento y construcción de nuevos espacios y asentamientos humanos a lo largo del Siglo XIX y primera parte del XX? ¿Qué nuevos actores sociales entran o se configuran en este territorio a la luz de la economía cafetera? ¿Qué implicaciones internacionales y a nivel de mercado mundial se dieron a partir del establecimiento y desarrollo cafetero en estas partes?

En términos espaciales o geográficos, entre las cuencas de Pamplonita y Zulia se tejieron unos centros estratégicos que sirvieron de motor y soporte para la expansión cafetera, dado que el café tenía connotaciones inminentemente comerciales de carácter internacional. San José de Cúcuta sirvió como centro comercial y de acopio de la producción cafetera de todo el territorio, pues desde esta plaza el producto debía salir por el camino del Zulia a la ciudad de Maracaibo y al mundo. Las poblaciones de Chinácota y Salazar soportaban el creciente campesinado que poco a poco se iba adentrando por las laderas y estrechos valles andinos del territorio, derribando montaña y sembrando cafetos. Pero al mismo tiempo servías de primeros mercados y centros de acopio, especialmente para la compra del grano a pequeños productores. Surtían de abastos, pulpería, herramientas, vestuario y servicios civiles y religiosos a las comunidades; por eso puede verse a Chinácota, Salazar y Pamplona como centros pulsores de la colonización cafetera de las montañas santandereanas durante el siglo XIX y primera mitad del XX.

Desde Chinácota se pulso no solo la colonización y poblamiento de Ragonvalia, Herrán y La Donjuana en la cuenca del Pamplonita-Táchira; sino que sirvió de soporte para el desarrollo agrícola, poblacional e institucional de Durania, en la cuenca del río Zulia. Lo mismo la ciudad de Pamplona, pues aunque se encuentra fuera de la cota climática cafetera, sí soportó y apoyó colonizaciones hacia Cucutilla y Arboledas en la misma cuenca del Zulia, dado que esas poblaciones han orbitado desde sus orígenes más tempranos en torno a esa tradicional plaza, la vieja ciudad de Pamplona, sede de gobierno provincial y del gobierno eclesiástico de todo el territorio. De hecho, la administración eclesiástica de Pamplona jugó un papel determinante en la institucionalización y desarrollo de todos los asentamientos, en todos los tiempos; especialmente en lo concerniente a la erección de parroquias y consolidación de comunidades rurales.

Desde Salazar de las Palmas se soportaron y pulsaron diversos poblamientos, todos bajo la perspectiva del café, como los actuales municipios de Gramalote y Lourdes, además de pequeños asentamientos como Villa Sucre en Arboledas y el Carmen de Nazareth en el mismo Salazar. Además, con respecto al papel de Salazar como núcleo pulsor de nuevos poblamientos cafeteros, puede advertirse cómo estos asentamientos urbanos y campesinos de la cuenca del Zulia están mucho más distantes de los centros de mercadeo como San José de Cúcuta y Pamplona, y no contaron con vías de comunicación muy favorables como el Ferrocarril de Cúcuta que su Línea Sur alcanzó a llegar hasta el caserío de El Diamante, mas no por ello dejaron de alcanzar y poner en el mercado grandes volúmenes de producción cafetera, así como un importante crecimiento poblacional.

6. Los Pueblos Contemporáneos

La expansión cafetera y agrícola del Siglo XIX, favorecida por el Ferrocarril y la conexión del país con el mercado mundial a través de Maracaibo, realizó notables modificaciones al espacio, no sólo por la urbanización de zonas rurales, sino por el trazo de caminos, construcción de puentes, tala indiscriminada de bosques, roturación de más y más tierras, incluso colonizando páramos y las hoy llamadas zonas estratégicas. De hecho también se desarrollaron poblamientos en climas fríos hacia sectores como Mutiscua, este último erigido como municipio en 1841.

Con respecto a los asentamientos modernos desarrollados a la vera de los caminos y carreteras, igualmente relacionados con la actividad agroganadera, son notables El Zulia, en el camino a Ocaña y Salazar, La Laguna y Berlín en el camino a Bucaramanga; y múltiples asentamientos veredales que ostentan categorías de corregimientos o inspecciones de policía, y que configuran una espacialidad poblacional muy dinámica y transformadora del espacio.

Hoy también se puede hablar de colonizaciones sistemáticas o desordenadas de extensas zonas forestales como el Catatumbo, virgen hasta hace poco más de 50 años, pulsadas por la explotación de hidrocarburos. De esos procesos surge el municipios de Tibú y su amplio número de corregimientos, algunos de los cuales recibieron otras pulsiones como los cultivos ilícitos; asentamientos contemporáneos que bien podríamos llamar los “pueblos del petróleo y de la coca”.
7. A manera de conclusión

Con el conocimiento adecuado y suficiente en torno a los orígenes y devenir histórico dado en la constitución, consolidación y desarrollo del actual territorio de Departamental, los nortesantandereanos tendrán un mejor soporte de su génesis identitaria. Así pues, al pisar una plaza central de cualquiera de nuestros actuales asentamientos y entes territoriales se podrá preguntar ¿Cuál es el origen de esta localidad? Pudiendo responder entonces: es una ciudad española, un pueblo de indios, una parroquia granadina, un pueblo cafetero o moderno, o un pueblo contemporáneo. Por ejemplo: Si se está en la plaza Agueda Gallardo de Villamizar de Pamplona podrás exclamar ¡Ésta, por sus orígenes, es una ciudad española, fundada en el siglo XVI! Si se encontrara en la “Esquina del Matacho” de la localidad de Silos, podrías decir: Este es un pueblo de indios en su origen más remoto, poblado en 1602 y erigido como doctrina formal en 1623. Pero estando en la plaza central de Ábrego, preguntando por su constitución o institucionalidad primigenia, se escucharía que devienen de una parroquia diocesana erigida aún en tiempos coloniales.

Y como estos casos, si se encontrara en El Zulia, Los Patios o Puerto Santander se advertiría que son asentamientos y municipalidades creados a la luz del desarrollo poblacional a la vera de los caminos, en virtud del comercio y circulación de transportadores y viajeros. Son los pueblos contemporáneos (siglo XX) de Norte de Santander. Otros motores del poblamiento como el petróleo originaron los asentamientos del Catatumbo, Tibú y sus corregimientos. Empero, no solo los municipios actuales tuvieron orígenes específicos en los momentos del poblamiento tratados en esta obra, sino los numerosos centros poblados rurales del territorio como San Faustino en Cúcuta, originado en una ciudad y gobernación española; el caserío de Aspasica en La Playa de Belén, originado en un pueblo de indios, u Otaré en Ocaña, también devenido de una doctrina de indios, aunque en realidad su verdadero nombre en la Colonia y hasta hace poco fue Brotaré. O pueblos cafeteros que no ostentan la categoría de municipio como Villa Sucre en Arboledas y El Carmen de Nazaret en Salazar de las Palmas.  

Origen e institucionalidad de los asentamientos del territorio Nortesantandereano
Momento y Categoría
Asentamiento
Fecha de Institucionalización
Nombre Actual
Ciudades fundadas, Siglo XVI
Pamplona de Indias 1549 Pamplona
Ocaña 1570 Ocaña
Salazar de las Palmas 1583 Salazar
Pueblos de Indios, Siglo XVII
Chopo 1583, 1602 y 1623 Pamplonita
Chinácota 1586, 1602 y 1623 Chinácota
Cácota de Velasco 1602 y 1623 Cácota
Arboledas 1602 y 1623 Arboledas
Silos 1602 y 1623 Silos
Labateca 1602 y 1623 Labateca
Santiago 1643 Santiago
La Palma 1788 Hacarí
Movimiento Parroquial Granadino, Siglo XVIII
San Josef del Guasimal 1734 San José de Cúcuta
Sagrado Corazón de Bochalema 1757 Bochalema
Nuestra Señora del Rosario 1761 Villa del Rosario
San Cayetano 1774 San Cayetano
Ntra Sra de las Angustias de Toledo 1790 Toledo
La Concepción de Cucutilla 1804 Cucutilla
Sta Bárbara del Llano de la Cruz 1807 Ábrego
San Juan Nepomuceno de Chitagá 1808 Chitagá
Nuestra Señora del Carmen 1808 El Carmen
San Isidro Labrador de Teorama 1812 Teorama
Pueblos modernos o pueblos del café, Siglo XIX
San Pedro 1826, 1857 y 1889 Villa Caro
Convención 1829 Convención
Mutiscua 1841 Mutiscua
Galindo 1864 Gramalote
Planadas, Concordia 1877 Ragonvalia
San Calixto 1892 San Calixto
Cáchira 1897 Cáchita
Sardinata 1906 Sardinata
Mundo Nuevo 1911 Herrán
Córdoba 1911 Durania
Lourdes 1925 Lourdes
La Playa de Belén (antes Aspasica) 1930 La Playa
Bucarasica 1938 y 1941 Bucarasica
Pueblos contemporáneos o pueblos de los caminos y el petróleo, Siglo XX
El Zulia 1959 El Zulia
Los Patios 1985 Los Patios
Puerto Santander 1994 Puerto Santander
La Esperanza 1994 La Esperanza
Tibú 1977 Tibú
El Tarra 1990 El Tarra
Fuente: PABÓN VILLAMIZAR, Silvano. Historia del Poblamiento…

8. Bibliografía

AGI, Justicia 561. ff 174-187 Información sobre la Conquista y Poblamiento de la ciudad de Pamplona en el Nuevo Reino de Granada, hecha por Alonso Rodríguez de Escobar, año de 1551.

AGN: Historia Civil. Tomo 19 ff 782 - 794. Probanza de Servicios del Capitán Francisco Fernández de Contreras, año de 1572. Publicada en Hacaritama, números 56 - 60, año de 1939.

AGUADO, Fray Pedro. Recopilación Historial. Bogotá: Presidencia de la República, 1959. Libro VI. Original Siglo XVI.

CODAZZI, Agustín. Geografía Física y Política de la Confederación Granadina. Volumen V, Estado de Santander. Antiguas provincias de Vélez, Socorro, Soto, Ocaña, Santander y Pamplona. Bogotá: Universidad Nacional-Universidad del Cauca, 2004. Pág. 361.

CORPONOR, Proyecto Atlas Ambiental de Norte de Santander (Inédito). San José de Cúcuta, 2006.

MARTÍNEZ GARNICA, Armando y otros. Las Categorías Jurídicas del Poblamiento en la región Santandereana. En: Anuario de Historia Regional y de las Fronteras No. 1. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 1995. Pág. 150.

MARTÍNEZ GARNICA, Armando. Legitimidad y proyectos políticos en los orígenes del gobierno del Nuevo Reino de Granada Colección bibliográfica Banco de la República; Santafé de Bogotá, 1992.


PABÓN VILLAMIZAR, Silvano. Historia del Poblamiento y Construcción del Espacio hispánico en Pamplona. San José de Cúcuta: Cámara de Comercio, 1996.

RAH, Relaciones Geográficas de Ocaña, 1578. Legajo 9 - 4661. Expediente VI, documento h.

SIMÓN, Pedro. Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales y del Mar Océano. Bogotá: Banco Popular; 1986. Tomo III. p. 312


http://issuu.com/silvanopabon/docs/momentos_del_poblamiento
[1] MARTÍNEZ GARNICA, Armando. Legitimidad y proyectos políticos en los orígenes del gobierno del Nuevo Reino de Granada Colección bibliográfica Banco de la República; Santafé de Bogotá, 1992.
[2] AGUADO, Fray Pedro. Recopilación Historial. Bogotá: Presidencia de la República, 1959. Libro VI. Original Siglo XVI.
[3] PABÓN VILLAMIZAR, Silvano. Historia del Poblamiento y Construcción del Espacio hispánico en Pamplona. San José de Cúcuta: Cámara de Comercio, 1996.
[4] AGI, Justicia 561. ff 174-187 Información sobre la Conquista y Poblamiento de la ciudad de Pamplona en el Nuevo Reino de Granada, hecha por Alonso Rodríguez de Escobar, año de 1551.
[5] SIMÓN, Pedro. Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales y del Mar Océano. Bogotá: Banco Popular; 1986. Tomo III. p. 312
[6] PABÓN VILLAMIZAR. Historia del Poblamiento... Op. Cit. Pág. 20
[7] AGN: Historia Civil. Tomo 19 ff 782 - 794. Probanza de Servicios del Capitán Francisco Fernández de Contreras, año de 1572. Publicada en Hacaritama, números 56 - 60, año de 1939.
[8] RAH, Relaciones Geográficas de Ocaña, 1578. Legajo 9 - 4661. Expediente VI, documento h. Esta relación fue ordenada por Don Lope de Orozco, gobernador de Santa Marta en 1578, realizada por el cura beneficiado y regidores del Cabildo de la Ciudad de Ocaña. Publicada parcialmente en CESPEDECIA y actualmente incluida completa y corregida en una publicación de todas las relaciones geográficas del Nuevo Reino, preparada por el Dr. Armando Martínez Garnica y el profesor William Buendía en la Universidad Industrial de Santander.
[9] Idem
[10] Idem
[11] Idem
[12] SIMÓN, Fray Pedro. Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. Tomo IV. Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1981. Págs. 505-506.
[13] MARTÍNEZ GARNICA, Armando y otros. Las Categorías Jurídicas del Poblamiento en la región Santandereana. En: Anuario de Historia Regional y de las Fronteras No. 1. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 1995. Pág. 150.
[14] CODAZZI, Agustín. Geografía Física y Política de la Confederación Granadina. Volumen V, Estado de Santander. Antiguas provincias de Vélez, Socorro, Soto, Ocaña, Santander y Pamplona. Bogotá: Universidad Nacional-Universidad del Cauca, 2004. Pág. 361.